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Salmo 127

“Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos”

Temer, no suena bien ese vocablo en nuestro tiempo. Yo lo interpreto como respeto, reverencia hacia alguien de quien nos podemos fiar, porque suele darnos buenos consejos. Por eso el salmo llama dichoso a quien sigue el camino o la ley del Señor.
Dichoso es aquel que camina haciendo el bien, intentado vivir con responsabilidad ante Dios y los hombres. Es posible que otros, obrando de manera contraria, se lucren y alcancen dinero, poderío; pero eso se esfuma como el humo. Lo que deja dicha, felicidad en el corazón del hombre es “seguir sus caminos”.


“Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.
Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa”.

 
¡Qué alegría produce saborear el fruto del trabajo bien hecho! El Señor bendice con la dicha y el bien a quien le busca sinceramente. A quien, en las diferentes tareas que le ha tocado desempeñar, no se busca a sí mismo, sino el bien y la felicidad del otro. En eso consiste muchas veces la alegría y la paz en las relaciones interpersonales. Es mucho pedir, pero Cristo y los santos lo han hecho. Y no se trata de que, para que existan unas buenas relaciones, uno sea felpudo del otro, sino de que aprendamos a convivir y a relacionarnos con respeto, delicadeza; escuchando y diciendo nuestra verdad sin morder, sin herir, solamente intentando vivir en la verdad.
La mujer no debe ser marginada ni arrinconada en ninguna parte, porque toda mujer lleva es sí un santuario de vida. Y lo es, no solamente porque puede dar a luz vida humana, sino porque lleva en sí muchas facetas, características propias de su feminidad, que derrochan, derraman y siembran en su entorno y relaciones, mucha vida y vida en abundancia.


Tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa:
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor”


¡Cómo nos gustaría ver en torno al altar del Señor a tantos hermanos y hermanas nuestras que no conocen a Dios”. Que están lejos de Él por malas experiencias humanas o religiosas. Contemplar y estar presente en ese gran banquete donde reinen la alegría, la paz y el amor: Esa es la gran bendición que el Señor da a quien de verdad le teme y sigue sus caminos.


“Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!”


Este salmo termina con una gran bendición de parte de Dios. Él no sabe ni puede hacer otra cosa con sus criaturas más que bendecirnos y amarnos hasta el extremo.
Estemos despiertos o dormidos, nos ama y bendice continuamente; es una debilidad que Él padece y que a nosotros nos beneficia en abundancia.
¿Por qué nosotros no le darle a nuestro Dios y Padre ese gran alegrón de vivir unidos, en paz y armonía?
Amén

 

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